Hoy en la mañana tuve un feliz despertar. En realidad todos los días son buenos para mí. Pero este fue levemente mejor. Mis hijos, ya un poco más grandes, me despertaron con unos exquisitos besos (que podría ser más dulce?) y unas hermosas tarjetas.
Las comparto con ustedes con la secreta esperanza que les haya pasado algo similar para ir confiando desde ya en las nuevas generaciones. Ellos serán mejores personas que nosotros, porque incorporarán el tema de la sensibilidad como una fortaleza y no como una debilidad.
¡Qué bien me siento! Casi como el día en que ambos nacieron.
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