BIENVENIDO

A mi mundo, que seguramente no es diferente del tuyo. A mi forma de ver las cosas . A mi forma de intentar comunicar como veo las cosas.

miércoles, febrero 21, 2007

Mis Padres


Hoy quiero hacer un pequeño agradecimiento a las dos personas más importantes en mis primeros años de vida. Mis padres.
¿Porqué?
Por una razón muy simple. Les debo todo lo que soy.
Les hago un resumen para que me entiendan.
Mis padres no tienen estudios. Mi padre es chofer de micro y mi madre dueña de casa. Sin embargo se las arreglaron para entender la importancia de la educación. Lo intentaron y lo lograron. Ellos se sienten orgullosos de sus 4 hijos universitarios. Tres de ellos ya con grado de magister. Eso es espíritu de superación. Si tengo que poner a alguien de ejemplo en la vida, esos son mis padres.
Mi padre me cuenta que se crió entre conventillos con muy malas juntas. Su padre no lo incentivó jamás al estudio. Sin embargo logro captar que ese camino no lo llevaría lejos y vislumbró que no quería eso para sus hijos.
Mi madre se las arregló siempre para suplir con simpatía su falta de estudios y conquistó a todos los profesores de mi escuela para que nos hicieran estudiar. La determinación es su lema. Pero esa determinación no era para ella. Me lo dijo tantas veces y yo que no le creía. Pero es cierto. Mi madre logró todo para nosotros. Seguramente venció muchas veces su propia timidez para enseñarnos el valor del coraje y enfrentar nuestros miedos internos. Hija de un padre muy machista, logró hacerse respetar por mi padre y conformar una familia equilibrada en los deberes y los derechos de cada individuo.
Mi padre llegó a las micros luego que sus principios le prohibieran trabajar en nada que tuviera olor a dictadura. Emprendió varios trabajos esporádicos, ligados a los transportes. Hasta intentó con un pequeño almacén luego de comenzar vendiendo melones y sandías en la calle. Jamás podré demostrarle realmente lo agradecido que estoy de todo lo que ha hecho por mí.
Respondiendo una pregunta que yo mismo te hice en mi contestaria adolescencia, te respondo ahora; No porque eres mi padre, sino porque eres una persona íntegra. Alguien que sería capaz de entregar su vida por sus hijos, porque hubieses delinquido por evitar mi sufrimiento y porque tu sabías que era por mi bien.
Mi madre, una mujer espectacular. Sin educación, es cierto, pero con una intuición tremenda. Una compañera fiel que me enseñó que no existen los imposibles para quien cree de verdad. Te acuerdas cuando yo te decía que no podría ser el mejor alumno o terminar la carrera y tú, casi sin mirarme me decías, Oh sí que lo harás. Yo te decía que casi nadie lo había logrado y tu muy simplona me decías, No me importa el resto, Tu SÍ. ¿Cómo podré agradecer tu actitud de ese momento? Creo que ni te imaginas todo lo que me ha servido.
Las palabras se hacen pocas o no tienen todo el significado que quiero imprimirles para agradecerles todo lo que les debo.
Por lo menos estarán de acuerdo conmigo en que lo intenté. Gracias papá y mamá, por ser como siempre han sido. Por amarme incondicionalmente, por educarme, por hacerme un hombre de provecho, por enseñarme a tener mi propia familia y por enseñarme a ser una persona agradecida.
LOS AMO Y QUIERO QUE ME AMEN MUCHOS AÑOS MÁS.

viernes, febrero 16, 2007

La lluvia de Argentina

Una bonita anécdota es aquella que nos pasó el día jueves 25 de enero. Amaneció ese día con una leve llovizna, por lo que decidimos ir a pasear cerca del departamento. Nos pusimos ropa un poco más gruesa y caminamos hacia Puerto Madero. El paseo fue espectacular y hacia el mediodía dejó de llover y apareció en el cielo un hermoso sol que hacía brillar con más fuerza el Puente de la Mujer (que estaban reparando). Así entonces nos fuimos al depto, nos cambiamos de ropa, colocándonos nuestros pantalones cortos y poleras y decidimos que queríamos ir a conocer el Rosedal, en los Bosques de Palermo. Caminamos por Florida hasta Lavalle y por esta hasta la 9 de Julio. Abordamos la línea D y nos bajamos en Plaza Italia, tal como habíamos hecho para ir al zoológico, pero con la diferencia de que debíamos caminar alrededor de 6 cuadras hasta el Rosedal. En ese minuto notamos que, nuevamente, se comenzaba a nublar. No habíamos caminado 50 metros por Sarmiento cuando nos comenzaron a caer pequeñas gotas desde arriba.
Esas pequeñas gotas se transformaron en un leve lluvia que, en ese minuto, nos pareció hasta divertida. Habíamos llegado a la Avenida Del Libertador cuando la lluvia se intensifica de una manera tan abrupta que solo al cruzar la calle quedamos empapados. Logramos llegar al Rosedal y, justo a la entrada, un pino que hace de milagroso refugio. A pesar de lo mojados que estábamos nos reímos a carcajadas, mientras los niños no dejaban de hablar de su aventura y de la cueva que habíamos encontrado. Pensamos que lo mejor sería esperar unos minutos pues ya se pasaría la lluvia y podríamos conocer el tan mentado lugar. Luego de 20 minutos de espera, los niños salieron a ver si había otro refugio más grande pues el nuestro comenzaba a colapsar y seguíamos mojándonos. Los chicos se demoraron 2 minutos en advertir que no había otro refugio y que llovía con mayor intensidad. Ante ese panorama, comenzamos a preocuparnos porque nos podíamos resfriar y no era la idea estar de vacaciones en cama. Decidimos irnos. Claro que al cruzar quedamos estilando agua por todas partes. Encontramos un paradero en la misma Avenida Del Libertador e hicimos para una micro. ¿Nos deja en Córdova con Reconquista? le pregunto al conductor de una micro. Me reponde que no y que no tiene idea de si existe alguna que lo haga. De todas formas no pasan más micros. Estudiamos la posibilidad de tomar un taxi. Debe ser caro, concluimos, pero el tiempo avanza y no hay micros. La otra posibilidad es caminar las 6 cuadras de vuelta bajo la lluvia hasta el subte. Optamos por hacer parar un taxi. No para ninguno. Algunos pasan ocupados, pero otros hacen el intento de parar y luego continuan sin detenerse. ¿Qué sucede? me pregunto mientras seguimos esperando. Pienso ensimismado para no preocupar a los demás en las alternativas, hasta que miro a mi familia. Están tan mojados que parecen fabricados de agua. Imagino que yo estoy igual y pienso que el taxi quedará muy mojado sin nos toma. Por eso no quieren parar concluyo, así que me lanzó a la mitad de la calle y logro parar uno. Le pregunto cuanto cuesta mientras el tipo me mira como a un indigente. Balbucea que alrededor de 8 pesos argentinos. Ok. digo y nos subimos. El tipo de no deja de mirarnos por el retrovisor interior. Comenzamos a conversarle acerca de nuestra reciente aventura. El chofer se relaja y cuenta que así son las lluvias en Buenos Aires. Son de locos, nos dice. Te creo le digo.
Llegamos al departamento luego de 20 minutos en el taxi. Nos duchamos con agua caliente y nos ponemos ropa seca. ¡Qué agradable sensación! Cuando nos empezamos a acomodar para ver televisión acurrucaditos todos en el depto, Claudia nos dice que quiere salir. Ante nuestra cara de podridos (seguramente), nos alega que estamos de vacaciones y que hay tanto que conocer y que las vacaciones son para disfrutarlas y que si tanto queríamos ver televisión mejor nos hubiéramos quedado en casa. Nos miramos con los niños y sin decir palabra nos ponemos de pie. Sabemos que tiene razón. Tomamos nuestras parkas y le preguntamos adonde quieres ir mamita hermosa? Al mall de Abastos dice. Era una excelente idea. Podíamos llegar allá con lluvia y si dejaba de llover salir a ver el monumento a Carlos Gardel, su picá del Chanta Cuatro, su casa y su museo. Salimos con una lluvia peor que la de temprano. Doblamos por San Martín hacia Corrientes y una cuadra antes de llegar al subte línea 2, Claudia me dice que uno de los niños está muy mojado y que incluso se le pasó la parka. Bonito, pensé. ¿Qué hacemos ahora? ante mi sorpresa, me dice, devolvámonos.
La verdad es que pese a todo fue un día muy divertido y, seguramente, mis hijos nunca lo olvidarán. Siempre recordaremos como llovía en Buenos Aires.

martes, febrero 13, 2007

Esas cortas Vacaciones


Hace años que vengo diciendo que las vacaciones se me están haciendo insuficientes. El inexorable paso del tiempo va dejando de manifiesto que mi cuerpo necesita más días de descanso que los que requería ayer.

Me parece que hace solo un par de años yo no era así. El otro día conversaba con Claudia y llegábamos a la conclusión de que nosotros nos sentíamos jóvenes. A pesar de que los verdaderos jóvenes nos dijeran "tíos". En fin ...

Estas vacaciones fueron muy especiales. Luego de varios años paseando por el territorio nacional, decidimos que queríamos que Víctor Manuel (11) y Andrés Ignacio (10) viajaran en avión. Obviamente debíamos elegir algún lugar adecuado para nuestro presupuesto. El lugar elegido fue Buenos Aires. Yo había tenido la oportunidad de estar allá hace alrededor de 13 años y quedé encantado. Ese viaje, el primero que hacía en avión, lo realicé a los 24 años junto a la polola que se convertía en mi señora.

Después de tantos años podría volver a disfrutar del cariño de la gente Argentina y de las hermosas calles y plazas de la capital federal. Era emocionante. Pero lo más emocionante era que mis dos hijos podrían volar en avión, salir del país, conocer otra cultura. Alguna vez una amiga muy querida me dijo, a propósito de un viaje que realizamos a Europa, que la persona que vuelve no es igual a la persona que se va. En mi caso funcionó de manera profética. Y en el de mis hijos, si bien aún no ha podido manifestarse, creo que también cambiaron. Un cambio interno que se reflejará en su comunicación con los demás, en su forma de interactuar con sus amigos y en la forma en que enfrentarán los sucesos que les tocará vivir.

Sólo verles la cara arriba del avión pagó absolutamente hasta el último peso que tuve que invertir. En la próxima les cuento algunas de las aventuras que tuvieron lugar en Argentina.