El reloj

Gracias a mi madre conocí a mis abuelos. Y, también gracias a ella, ellos me quisieron.
Ahora que ya no están, se me hacen más nítidas sus visiones...
En este mundo tan sobrevendido en apariencias, dónde todo pareciera ser desechable, nuestros viejitos no se hayan. Ellos son de otro tiempo. Son del tiempo de cuando a los relojes se les daba cuerda y uno tenía que aprender a ver la hora. Cuando se hacían relojes para toda la vida, porque los relojes, al igual que las personas y las relaciones que se establecían con ellas, tenían que durarnos por siempre. Es más, los objetos debían de pasar a la generación siguiente...
Hoy tengo uno de esos objetos en mi poder. Tengo un reloj de quizás que año, sin correa, casi sin color por el paso del tiempo. Este reloj no usa pasadores sino que están soldados al reloj. Nada de este reloj fue hecho al azar o con mezquina calidad, sino que, muy por el contrario, fue hecho pensado en su duración más allá de la vida humana. Una reliquia, diría mi abuelo. Una obsolescencia, diría un adolescente, muy moderno, por lo demás.
Me imagino que el valor monetario de este reloj no es alto, pero el valor que adquiere para mí es inconmensurable...
En lo único que pienso es en la responsabilidad de que este reloj pase a mi hijo cuando yo ya no puedo cuidarlo.
Gracias mamá por este regalo. Gracias por los padres que tuviste y más gracias por los abuelos que me regalaste...