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A mi mundo, que seguramente no es diferente del tuyo. A mi forma de ver las cosas . A mi forma de intentar comunicar como veo las cosas.

viernes, febrero 16, 2007

La lluvia de Argentina

Una bonita anécdota es aquella que nos pasó el día jueves 25 de enero. Amaneció ese día con una leve llovizna, por lo que decidimos ir a pasear cerca del departamento. Nos pusimos ropa un poco más gruesa y caminamos hacia Puerto Madero. El paseo fue espectacular y hacia el mediodía dejó de llover y apareció en el cielo un hermoso sol que hacía brillar con más fuerza el Puente de la Mujer (que estaban reparando). Así entonces nos fuimos al depto, nos cambiamos de ropa, colocándonos nuestros pantalones cortos y poleras y decidimos que queríamos ir a conocer el Rosedal, en los Bosques de Palermo. Caminamos por Florida hasta Lavalle y por esta hasta la 9 de Julio. Abordamos la línea D y nos bajamos en Plaza Italia, tal como habíamos hecho para ir al zoológico, pero con la diferencia de que debíamos caminar alrededor de 6 cuadras hasta el Rosedal. En ese minuto notamos que, nuevamente, se comenzaba a nublar. No habíamos caminado 50 metros por Sarmiento cuando nos comenzaron a caer pequeñas gotas desde arriba.
Esas pequeñas gotas se transformaron en un leve lluvia que, en ese minuto, nos pareció hasta divertida. Habíamos llegado a la Avenida Del Libertador cuando la lluvia se intensifica de una manera tan abrupta que solo al cruzar la calle quedamos empapados. Logramos llegar al Rosedal y, justo a la entrada, un pino que hace de milagroso refugio. A pesar de lo mojados que estábamos nos reímos a carcajadas, mientras los niños no dejaban de hablar de su aventura y de la cueva que habíamos encontrado. Pensamos que lo mejor sería esperar unos minutos pues ya se pasaría la lluvia y podríamos conocer el tan mentado lugar. Luego de 20 minutos de espera, los niños salieron a ver si había otro refugio más grande pues el nuestro comenzaba a colapsar y seguíamos mojándonos. Los chicos se demoraron 2 minutos en advertir que no había otro refugio y que llovía con mayor intensidad. Ante ese panorama, comenzamos a preocuparnos porque nos podíamos resfriar y no era la idea estar de vacaciones en cama. Decidimos irnos. Claro que al cruzar quedamos estilando agua por todas partes. Encontramos un paradero en la misma Avenida Del Libertador e hicimos para una micro. ¿Nos deja en Córdova con Reconquista? le pregunto al conductor de una micro. Me reponde que no y que no tiene idea de si existe alguna que lo haga. De todas formas no pasan más micros. Estudiamos la posibilidad de tomar un taxi. Debe ser caro, concluimos, pero el tiempo avanza y no hay micros. La otra posibilidad es caminar las 6 cuadras de vuelta bajo la lluvia hasta el subte. Optamos por hacer parar un taxi. No para ninguno. Algunos pasan ocupados, pero otros hacen el intento de parar y luego continuan sin detenerse. ¿Qué sucede? me pregunto mientras seguimos esperando. Pienso ensimismado para no preocupar a los demás en las alternativas, hasta que miro a mi familia. Están tan mojados que parecen fabricados de agua. Imagino que yo estoy igual y pienso que el taxi quedará muy mojado sin nos toma. Por eso no quieren parar concluyo, así que me lanzó a la mitad de la calle y logro parar uno. Le pregunto cuanto cuesta mientras el tipo me mira como a un indigente. Balbucea que alrededor de 8 pesos argentinos. Ok. digo y nos subimos. El tipo de no deja de mirarnos por el retrovisor interior. Comenzamos a conversarle acerca de nuestra reciente aventura. El chofer se relaja y cuenta que así son las lluvias en Buenos Aires. Son de locos, nos dice. Te creo le digo.
Llegamos al departamento luego de 20 minutos en el taxi. Nos duchamos con agua caliente y nos ponemos ropa seca. ¡Qué agradable sensación! Cuando nos empezamos a acomodar para ver televisión acurrucaditos todos en el depto, Claudia nos dice que quiere salir. Ante nuestra cara de podridos (seguramente), nos alega que estamos de vacaciones y que hay tanto que conocer y que las vacaciones son para disfrutarlas y que si tanto queríamos ver televisión mejor nos hubiéramos quedado en casa. Nos miramos con los niños y sin decir palabra nos ponemos de pie. Sabemos que tiene razón. Tomamos nuestras parkas y le preguntamos adonde quieres ir mamita hermosa? Al mall de Abastos dice. Era una excelente idea. Podíamos llegar allá con lluvia y si dejaba de llover salir a ver el monumento a Carlos Gardel, su picá del Chanta Cuatro, su casa y su museo. Salimos con una lluvia peor que la de temprano. Doblamos por San Martín hacia Corrientes y una cuadra antes de llegar al subte línea 2, Claudia me dice que uno de los niños está muy mojado y que incluso se le pasó la parka. Bonito, pensé. ¿Qué hacemos ahora? ante mi sorpresa, me dice, devolvámonos.
La verdad es que pese a todo fue un día muy divertido y, seguramente, mis hijos nunca lo olvidarán. Siempre recordaremos como llovía en Buenos Aires.

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